Despertó sobresaltado. La lluvia caía copiosamente sobre el techo de zinc. Las ramas del molle rozaban suavemente la ventana.. "Afuera debe hacer frío", pensó. Se quedó escuchando llover. Escuchando el viento pasar por entre las hojas de los árboles.
Recordó que, pese a todos sus esfuerzos, el tiempo no le había alcanzado para arreglar todas las casas del refugio en donde se cobijaban los perros abandonados.
"Alguno o varios se deben estar mojando a estas horas", pensó. Recordó que Luna había abandonado el refugio para vivir con Jack entre unos matorrales. Los imaginó a salvo de la lluvia. Secos. Después, entre el sopor del sueño se le vino a la menta la imagen de La Flaca. Lo invadió una especie de suave laxitud al pensar que, cobijada en su nueva casa se encontraba a salvo de la lluvia. Que tal vez estaría compartiendo su espacio. Recordó el día en que junto a Enrique se le instalaron bajo un frondoso espino, con una vista privilegiada al camino y al valle.
Ese día ella comprendió que su vagar había terminado porque no volvió a abandonar el lugar, salvo cuando llegaban a verla con alimento y agua.
Pensó luego en Julita, en Orejas. Recordó a los que habían muerto ese año. Recordó que muchos no volvieron y recordó a otros que sólo pasaron. Recordó a la Martita muerta durante las lluvias pasadas.
Luego se durmió, dulcemente. Acaso reconfortado con la idea de que aún cuando no había alcanzado a terminar su trabajo, muchos se vieron favorecidos esta noche con las mejoras realizadas.
La lluvia siguó cayendo copiosamente. Ladridos de perros en la distancia. El sonido de un tren rumbo al sur terminó de adormilarlo.